UNA ECONOMÍA A ESCALA HUMANA.
Lo que parecía
imposible hasta hace poco, esto es, que una publicación del Uruguay más o menos
masiva defendiera principios católicos y de Derecho Natural, lo ha hecho el
semanario “La Mañana” en el día de hoy: ¡enhorabuena!
En efecto,
compartimos a continuación extractos de su sección editorial que, en pocas palabras, da lineamientos
conformes con la Doctrina Social de la Iglesia:
“La constitución
alemana define el domingo como un día de descanso y edificación espiritual […] Los
intereses de los grandes centros comerciales intentan desde hace años derogar
esta ley, pero por ahora los alemanes continúan fieles a su tradición de salir [los
domingos] a caminar con su familia y amigos por las calles de sus ciudades [...]
esto fomenta la construcción del tejido social. Todo lo contrario es lo que
ocurre cuando los ciudadanos se internan como pollos en moles de cemento con
luz artificial [los centros comerciales][…]”
“Estados Unidos ha
sido la cuna de estas modernas ‘catedrales
del consumo’, como las llama el sociólogo George Ritzer. Sin embargo, la
tendencia se viene revirtiendo, y la recuperación de barrios enteros
abandonados al control de los narcotraficantes se cimentó en el retorno de los pequeños comerciantes de barrio, que
con su variedad y especificidad alegran la vida de una ciudad. Esto, a su vez,
invita a que las familias retornen a circular tranquilamente por las calles,
mejorando así la seguridad de la ciudad. Además, los pequeños comercios generan
más empleo y desarrollan un vínculo con su vecino –antes que cliente- que es
mucho más profundo que el meramente transaccional.”
“En Uruguay, el
entramado social se viene deteriorando a pasos agigantados. El Estado debería
analizar si el aplicar normas que penalizan a los pequeños comerciantes no está
indirectamente avivando el fuego de la inseguridad […] Mano a mano que los ciudadanos
se convierten en consumidores, y los industriales en importadores, la tan
mentada república se va degradando en una mera mediadora de intereses
comerciales que alejan a la Nación de la sagrada protección al trabajo. Con el
tiempo, el productor que vende su propio producto o el de su comunidad se va
extinguiendo de a poco. Los panaderos se convierten en empleados de
panificadoras industriales, pasando de un producto hecho en casa a uno
industrial […] proceso que, a su vez, justifica la presencia del Estado […]”
“Todos los días
vemos desaparecer un quiosco, una panadería y una carnicería. Ni que hablar de
los míticos canillitas, que se ganaban un empleo ayudando a vender los diarios
entre los vecinos y en el transporte colectivo. Si antes trabajaba en un
quiosco con la supervisión de un adulto que hacía las veces de padre, el
canillita de hoy es un adolescente que probablemente cayó presa de una banda de
narcotraficantes barriales. ¿Dónde está el verdadero progreso de esta ‘innovación’?
[…]
“La libertad no es
plena si asistiendo pasivamente a una ruptura de la solidaridad, no aseguramos la digna existencia de los ciudadanos”.
Suscribimos y
saludamos lo expuesto por el semanario “La Mañana”.