CONVERGENTES “COINCIDENCIAS”.
La pandemia del coronavirus ha desatado, a más de una
histeria social (o deberíamos decir: de masas) efectos colaterales que se
prestan a la suspicacia. Enumeremos cuatro:
1) Abolición
del efectivo. Es sabido que a nivel global se procura abolir el
papel-moneda a través de mecanismos tan coercitivos como la “bancarización
obligatoria”. De tal forma, el dinero queda totalmente en manos de los bancos,
que tendrán más capital para especular y que se llevarán un porcentaje con cada
una de las operaciones del individuo, mero usufructuario de su propio dinero.
El virus –se sostiene- se propaga más con el uso del dinero-papel; por tanto, hay
desestimularlo.
2) El virus
ataca a los ancianos. La supuesta “sobrepoblación” mundial preocupa a los
“filántropos” desde hace décadas. Hay que reducirla, o no habrá recursos para
todos. A más, la seguridad social es un gravísimo problema sin resolver, fruto
de las políticas anti-familia de esos mismos “filántropos”. No existen, hoy,
trabajadores activos que puedan sostener a los ancianos. La maquiavélica
solución se impone: hay que matarlos.
3) Educación
(entre otras cosas) a distancia, virtual. Se logra con
esto una quiebra aún mayor de los vínculos personales y comunitarios. La
atomización se maximiza, y el Estado- Leviathán se erige en tiránico soberano.
El publicista Andrés Oppenheimer se felicitaba puesto que “el coronavirus
impulsará la educación a distancia”. La educación verdadera sólo puede darse en
el marco de un auténtico magisterio y discipulado; el Maestro debe ser un
“animador de corazones”, enseña el Dr. Antonio Caponnetto. Esta tarea –a
priori- se hará mucho más difícil “a distancia”, virtualmente, sin un contacto
real, vivo y palpitante.
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Al unísono (tomado del twitter del Lic. Lucas Carena). |
4) Ensayo de
totalitarismo refinado, de tipo comunista. El Estado
reparte el almuerzo a los menesterosos; el Estado brinda subsidios, realiza
cadenas nacionales unívocas, al unísono, por radio y televisión. No ha lugar al
disenso. Policíacamente vigila el cumplimiento de la instrucción, que hoy es
“cuidémonos entre todos”, mañana será “acatemos el nuevo orden mundial
anticristiano”. Se centraliza la información, en este caso la delicada y
personalísima que atañe a la salud. Se estimula –cual en la vieja Unión Soviética-
la instigación a la denuncia. Así lo revela el historiador Orlando Figes: “la
vigilancia era el deber principal de cada bolchevique; ‘Lenin nos enseñó que
cada miembro del Partido debe convertirse en un agente de la Cheka, es decir,
debe vigilar [a colegas, amigos, familiares, vecinos, etc.] y presentar
informes’”.
Desde la revista “Verdad” nos preguntamos: ¿son estas convergentes
“coincidencias”?