
Los parásitos
políticos se plegaron, desde el vamos, a esa campaña mendaz y antinacional; ellos
mismos, que por sus omisiones y complicidades con el terrorismo tupamaro,
provocaron ineluctablemente el golpe de 1973. Su lema era, es y será: “¡no
importa la Nación, salvemos el sillón!” Era, es y será, repetimos. Prueba de esa
vil complicidad, son las pancartas que colgó hoy el Partido Nacional en su
sede.
Los militares deben
considerar seriamente, de una vez, si los políticos son sus amigos y si la
partidocracia realmente conforma sus intereses. La respuesta negativa se
impone. Los parásitos políticos desde siempre, desde la Constitución de 1830
que les impidió participar en política, han mancillado su honor.
La prensa liberal
también se plegó a la mentira. Por ignorancia y estolidez, unas veces: pensamos
en los periodistas más jóvenes. Por directa afinidad con la izquierda, otras: ha
dicho Bolsonaro en entrevista reciente, que los periodistas brasileños son casi
todos marxistas. Finalmente, por inconfesables intereses económicos, como tienen
los directores de los grandes medios.
Ni los políticos parásitos,
ni la prensa liberal –y ni que hablar, la marxista- defienden el honor del
cuerpo militar. El sistema en pleno, pues, no lo defiende. No lo ha defendido,
ni lo hace ni lo hará. La prueba más elocuente se vio estos días, y la hemos exhibido
en la revista “Verdad”: ni una sola mención a los caídos del 18 de mayo, y mucha
publicidad a la “Marcha del Silencio” de los “desaparecidos”, que no eran sino
un reducido número de fanáticos, aventureros y delincuentes.
A los honorables
integrantes de las Fuerzas Armadas les preguntamos: ¿de qué lado les conviene estar?