Por BRUNO ACOSTA
Con motivo de la silenciada
pretensión de Miguel Sanguinetti Gallinal, Presidente de la Federación Rural,
en junio de 2018, de impulsar la creación del Consejo de Economía Nacional.
Pretensión que saludamos.
La regeneración religiosa, cultural y moral de nuestra
Patria requiere, entre otras cosas, la formación de una élite de hombres
formados ortodoxamente en la Política. Esto es, en el arte del gobierno de la
Polis, de la comunidad.
La anarquía que la Patria padece, por ser tal, revela
de consuno el desgobierno al que nuestros gobernantes irremediablemente nos
dirigen. Es ostensible, pues, su mala formación en la Política, teórica y
prácticamente.
Si la Política es el arte de gobernar una comunidad,
debe valerse de los medios adecuados para hacerlo. Entre tantas otras
lastimosas equivocaciones, nuestros gobernantes yerran en los medios elegidos
para propender al buen gobierno de la Polis.
Uno de esos medios, y he aquí el objeto central de
este ensayo, es la representación. Esto es, quiénes serán los individuos encargados
de hacer valer directamente la voluntad de la comunidad. La humana “manija” de
la Política.
Es evidente que si quienes son elegidos para gobernar
la comunidad no la representan verdaderamente,
nunca esa comunidad podrá gozar de una Política sana, de un arte de
gobierno bueno y eficaz. A lo sumo, esos
sujetos solamente procurarán satisfacer sus intereses particulares, muchas
veces inconfesables.
Es esencial, pues, para la Política, que la comunidad esté
debidamente representada.
Nunca se insistirá lo suficiente en esta
importantísima premisa. La teoría política moderna ha procurado borrarla
implacablemente o, peor aún, ha adulterado el concepto de representación. Puesto
que, para la teoría política moderna, la única representación válida es la
representación basada en los partidos políticos. Mas los hechos y la doctrina
prueban que ello es falso.
La comunidad, al contrario, se ve representada mucho
más natural y eficientemente a través de otros cuerpos políticos. Uno de las
cuales es el propuesto, al menos a medias, por el artículo 206 de la Constitución
Nacional:
Artículo 206°. La ley podrá
crear un Consejo de Economía Nacional, con carácter consultivo y honorario, compuesto
de representantes de los intereses económicos y profesionales del país. La ley
indicará la forma de constitución y funciones del mismo.
Una buena representación es la compuesta, verbigracia,
por los representantes de los intereses económicos y profesionales del país, como
propone el artículo 206 de la Constitución, a través del Consejo de Economía
Nacional.
El artículo 206 satisface a medias, como se dijo, dado
que asigna al Consejo un carácter meramente consultivo, y no decisorio como
debería tener. Tal tibieza ha sido padecida por los orientales, ya que, desde
su inclusión en la Constitución de 1934, el artículo 206 nunca fue invocado, y
el Consejo nunca fue constituido. Los orientales hemos tenido que padecer,
pues, inexorablemente, el desgobierno de los “representantes del pueblo”, los politiqueros partidistas: pueblo del que
sólo se acuerdan en vísperas de las elecciones.
La integración, por ejemplo, de la Cámara de
Representantes por individuos portavoces de los intereses económicos y
profesionales del país aseguraría a esos sectores la directa satisfacción de
sus intereses: tendrían potestad para legislar y reglamentar. ¡Cuántas de sus
legítimas pretensiones podrían asegurarse con eficacia, sin diluirse en la
almibarada logomaquia parlamentaria! Por poco que se piense, se concluye que los
partidos políticos, a fuer de representar todos los intereses del país,
terminan por representar ninguno. Y que no hay medio mejor para satisfacer
legítimos requerimientos que a través de un cuerpo político que directamente los
represente.
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