Por BRUNO ACOSTA
Estábamos
estudiando concienzudamente algunos textos y videos de Nicolás Morás, el
liberal radical a quien prometimos referirnos en el artículo pasado, como parte
de una tarea más amplia y necesaria: dejar en claro que el liberalismo no es la
solución frente al socialismo, sino que es, en puridad, su causa: son parte de
una misma enfermedad.
Acometimos, al
inicio, la tarea de un modo serio, considerando que nos encontrábamos ante un
pensador de ese mismo tenor. Mas la investigación arrojó, prematuramente, un
resultado distinto: Morás no es sino un burdo farsante. Nos explicaremos a
continuación.
Trataremos, sin
embargo, en este breve estudio, de no detenernos, sólamente, en ese carácter mendaz y venal de Morás, sino de analizar algunos de
sus asertos que, mal o bien, conforman el frágil cuerpo doctrinal del
liberalismo.
Una errónea definición del Estado
Los libertarios
definen al Estado como “el monopolio de la violencia”. Definición sofística por
lo bipolar y por lo caricaturesca, que no resiste el menor análisis. Asoma, con
ésta, la matriz anárquica de esta corriente, que también, y no casualmente
–según las tendencias- se autodenomina, sin rubor por lo grotesco, “anarcocapitalista”.
Odio, pues, a todo orden y a toda jerarquía, derivado de una generalización
falaz al definir al Estado, meramente, como “el monopolio de la violencia”,
cuando ese caracter, en el mejor de los casos, no es sino uno de sus
componentes.
Los libertarios,
entonces, desde el vamos, toman un concepto estrecho, bipolar, caricaturesco,
inexacto en definitiva, del Estado; concluyen que éste debe abolirse,
mas ello no es sino una falsa conclusión derivada de una falsa premisa. Morás,
como no podía ser de otro modo, se pliega a estos dislates. Así, expresa que
“el Estado es básicamente una máquina criminal”, que “el Estado es el monopolio
de la violencia” y comparte, en sus videos de divulgación, esta tonta frase del
ácrata Lysander Spooner: “el gobierno es como un ladrón que dice: ¡tu dinero o
tu vida!”. Mayor estrechez conceptual, mayores burdas generalizaciones,
premisas filosófico-políticas más equivocadas, no pueden concebirse.
Morás y los
libertarios olvidan que ha habido y que habrá –Dios mediante- Estados en
sentido amplio, comunidades políticas forjadoras de cultura guiadas por grandes
hombres –hasta por santos- esenciales para el desarrollo de las potencialidades
del hombre y, en última instancia, para su bienaventuranza. El individuo solo,
asilado, atomizado, es un ser indigente: precisa de un ente que lo abrace y que
lo potencie, y eso lo logra el Estado en sentido amplio, la comunidad política.
El liberalismo, pues, no sólo define erróneamente al Estado, sino que desconoce
la naturaleza humana: parte, también, de un equivocada visión antropológica,
que concibe un sujeto autónomo, autosuficiente, en pugna con los demás, cuando
debe estar, para lograr su felicidad o bienaventuranza, en íntima comunión con
el resto.
En marcial y
gráfica metáfora, supo expresarlo mejor Benito Mussolini: “El individuo, en el
Estado fascista, no se ve anulado sino multiplicado, del mismo modo que un
soldado no está anulado en un regimiento, sino que está multiplicado por el
número de sus camaradas”. Lo cual irritará, de consuno, a los plumíferos
liberales.
Al margen, pues,
una correcta definición del Estado; al margen una real visión antropológica:
queda solamente la fraseología barata, los “molinos de palabras”, hueros de
contenido, tan propios del liberalismo.
Morás, el charlatán
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En Telesur |
Lo extraño es que
un hombre tan vehementemente contrario a la violencia estatal; tan
fervorosamente enemigo de la “tiranía” –y esto merece párrafo aparte-, como
Morás, haya sido hasta hace poco corresponsal argentino de Hispan TV, medio de
comunicación de Irán, país cuya forma de gobierno no es precisamente una
utópica anarquía respetuosa de la propiedad privada, sino una teocracia
comandada por Alí Jamenei, hace más de treinta años. Y que sea, a la vez, al
día de hoy –su última intervención data del 16 de mayo- corresponsal de la
chavista Telesur, obviando que este medio y que
Venezuela están mandatados por el castrocomunista Nicolás Maduro Moros, no
precisamente un propulsor del “laissez faire” ni de los principios burgueses
que él defiende. Grave contradicción que visibiliza, aún más, la insubstancial
y falaz retórica liberal; que deja en evidencia, en concreto, la agresiva verba
del rollizo. ¿Cómo pude sostener
seriamente que “lo que une a los liberales de toda época y lugar es la
oposición al poder, fundamentalmente, al poder concentrado” y,
concomitantemente, ser cómplice de esos gobiernos de poder concentrado?
Hay quienes dan un
paso más y sostienen que Morás trabaja para Irán, aliado geopolítico de Venezuela
y del espectro izquierdista en general. No nos animamos a tanto, pero tampoco
lo negamos. Conste, pues, la grave contradicción en la que incurre, explicable
por una impúdica doblez o por una venalidad reprobable.
Las “tiranías” de Morás
La mentada
estrechez conceptual de Morás se explicita cuando cataloga de “tiranías” lo
mismo al Imperio Español que al Inglés, lo mismo a la monarquía de Suazilandia que
a la de los Emiratos Árabes. Pero, al conceptuar así a la España colonial,
alcanza su mayor virulencia; sin escatimar vulgares dicterios para con la Santa
Inquisición y para aquellos que, prosaicamente, denomina “católicos
inquisitoriales”.
Si en el primer
apartado comprobamos la indigencia filosófico-política de este liberalismo radical y de
Morás en particular; ahora comprobamos su ignorancia histórica. Su profunda y
dañina ignorancia histórica. Morás repite los ponzoñosos alegatos de los
escritores panfletarios antiespañoles, que ora
por odio anticristiano, ora por intereses económicos, crearon lo que se ha dado
en llamar la “leyenda negra antiespañola”.
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En TLV1 |
En realidad, lejos
estuvo España de ser un Imperio tiránico: más bien, se comportó como una Madre,
otorgándole la calidad de Reino (no de
“colonia”, como hicieron los ingleses) a las tierras por ella descubiertas en
América. Existe abundante testimonio documental y aún sensible –verificable
hoy- al respecto. Verbigracia: si España se dedicó a exterminar a los indígenas,
como se le atribuye: ¿por qué se observan tanta cantidad de mestizos y de indios a lo largo y ancho de Hispanoamérica?
¿Por qué, al contrario, no se aprecia ninguno en América del Norte? Pues porque
el procedimiento de los españoles y el de los ingleses fue distinto: caritativo
y cristiano por un lado; pragmático y burgués por el otro. En Norteamérica sí hubo un exterminio.
Comprenderá el
lector informado que no corresponde desmontar aquí, circunstanciadamente, esta
leyenda negra antiespañola, a la que se afilia Morás. Repitamos, simplemente,
con Francisco Morales, que “el dominio hispano fue también amor. Fue
fundaciones, fue acción civilizadora, fue mestizaje […] la conquista ofrece una
doble perspectiva, material y espiritual: las Indias de la Tierra y las Indias
del Cielo. Así lo reconocieron desde aquellos días algunos hombres”.
Pero los liberales
–también los marxistas- adulteran esta realidad en su favor. Y el efecto es grave; porque, a la larga, se
traduce en un odio a la Fe y en un odio a la Verdad. Morás, pues, conspira
contra la Fe y contra la Verdad, al propagar esta tendenciosa narrativa antiespañola.
Palabras finales
Habría mucho más
por decir sobre este divulgador. Desde su falso concepto de la libertad –error
primo del liberalismo, matriz de todos sus males-, pasando por su sedicente
defensa del “iusnaturalismo” –un “iusnaturalismo” que empieza en el siglo XVII,
y otra vez con la estrechez conceptual- hasta su explícita defensa de la contra
natura. Quedará, Dios mediante, para otra entrega, aunque algo nos dice que no perdamos más tiempo con este fantoche.