Por BRUNO ACOSTA

Se ha sostenido a lo largo de este ensayo que la
representación política en base a los partidos es esencialmente mala, habiendo
otras posibilidades de representación más naturales, justas y eficientes. Se ha
historiado el origen de esa torcida idea y se expuesto, en la tercera y última
entrega, un ejemplo del desgobierno que las
patrias padecieron con motivo de esa malsana forma de representación política.
Detectado el error, investigado su origen y demostrado
sus nefandas consecuencias, es hora de presentar, en esta parte final, una forma más acertada de encarar el tema. Sin perjuicio de volver a
insistir en que en nuestro ordenamiento jurídico ya se encuentra previsto un
mecanismo mejor, el artículo 206 de la Constitución, que llama a integrar en un
Consejo de Economía Nacional a los representantes de los intereses económicos y
sociales del país, siendo perentoria en este momento su ejecución, se
presentará en esta ocasión el testimonio magistral del agustísimo José Antonio
Primo de Rivera.
En su memorable discurso de la fundación de la
Falange, pronunciado en el “Teatro de la Comedia”, en Madrid, el 29 de octubre
de 1933, José Antonio sentenciaba:
“Que desaparezcan los partidos políticos. Nadie ha
nacido nunca miembro de un partido político; en cambio, nacemos todos miembros
de una familia; somos todos vecinos de un municipio; nos afanamos todos en el
ejercicio de un trabajo. Pues si ésas son nuestras unidades naturales, si la
familia y el municipio y la corporación es en lo que de veras vivimos, ¿para
qué necesitamos el instrumento intermediario y pernicioso de los partidos
políticos que para unirnos en grupos artificiales, empiezan por desunirnos en
nuestras realidades auténticas?”
“Queremos menos palabrería liberal y más respeto a la
libertad profunda del hombre. Porque sólo se respeta la libertad del hombre
cuando se le estima, como nosotros le estimamos, portador de valores eternos;
cuando se le estima envoltura corporal de un alma que es capaz de condenarse y
de salvarse […], y, más todavía, si esa libertad se conjuga, como nosotros
pretendemos, en un sistema de autoridad, de jerarquía y de orden.”
He aquí, en dos preciosos trazos, la Política en su
verdadera faz, es su más acabada expresión y definición. La Política, “que no
quiere decir otra cosa que la colaboración al bien de la ciudad”, en palabras
del Papa Pío XII, que se extraen de la obra “La Democracia: Un Debate Pendiente
(I)”, del maestro argentino, el Dr. Antonio Caponnetto, se realiza verdaderamente,
no a través de los partidos políticos, elementos que “para unirnos en grupos
artificiales, empiezan por desunirnos en nuestras realidades auténticas”, sino
por intermedio de los cuerpos intermedios, naturales, auténticos: la Familia,
el Municipio, la Corporación.
Será al robustecer estos elementos que las patrias y los
pueblos podrán salir del desgobierno que hoy padecen, tras décadas de
partidocracia y de parlamentarismo hueco, artificial y venal. Contra ese vacío,
contra ese artificio, contra esa radical venalidad, enfrentar la realidad
vívida y auténtica de los cuerpos intermedios, de la Familia, del Municipio, de
la Corporación. Y ello enmarcado, a la vez, en “un sistema de autoridad, de
jerarquía y de orden”, como planteó José Antonio, totalmente opuesto al
igualitarismo ácrata y anárquico que por antonomasia caracteriza al parlamentarismo
partidocrático.
La aplicación del artículo 206 de la Constitución,
heredero de la mejor tradición corporativa del siglo pasado, a esta altura de
la crisis nacional se impone. Pero a la vez, es necesario que un estadista
tenga la fortaleza y la prudencia políticas suficientes para realizar cambios
estructurales, de fondo, que permitan, de hecho y de derecho, reconstruir, poco
a poco, los cimentos de esta patria en ruinas, espiritual, cultural, social y
económicamente, tras años de desgobierno partidocrático. Cambios estructurales
que reconozcan y defiendan la representación política de las Familias, de los
Municipios, de las Corporaciones: de los cuerpos intermedios.
Primera parte – Segunda Parte – Tercera Parte – Cuarta Parte - Documento Completo
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