Por BRUNO ACOSTA

En la primera parte
de este trabajo analizamos ciertas facetas del pensamiento de Nicolás Morás, uno
de los libertarios de moda. Falsa concepción del Estado y de la naturaleza
humana, por un lado; adhesión a la panfletaria “leyenda negra anti española”, por otro; finalmente, una
contradictoria colaboración con regímenes como los de Alí Jamenei y de Nicolás
Maduro Moros.
Si bien esos
aspectos son importantes, y revelan la confusión y el desatino conceptual de
Morás; creemos, no obstante, que lo que sigue es aún más grave. Estudiaremos
dos elementos, aunque habría más por analizar: su falso concepto de la libertad
y su explícita defensa de la contra natura –una constante en estos grupúsculos
libertarios-
Un falso concepto de la libertad
Ex falso quodlibet sequitur
Tal y como enseña
el Dr. Antonio Caponnetto en su libro “Metodología de Estudio y de Exposición
Oral”, los escolásticos, fieles a su rigor intelectual, sostenían que ex falso quodlibet sequitur: de premisa
falsa se sigue cualquier cosa. Es decir, una premisa falsa lleva necesariamente
a una falsa conclusión.
Esto es
precisamente lo que ocurre con el concepto de libertad que utilizan los
liberales y el propio Morás. Es un concepto falso, erróneo; por lo cual,
necesariamente, dará lugar a falsas conclusiones. Ellos, escribe León XIII,
“imitando a Lucifer, del cual es aquella criminal expresión: no serviré, entienden por libertad lo que es una pura y absurda licencia […] Según
ellos no hay en la vida práctica autoridad divina alguna a la que se haya de
obedecer; cada ciudadano es ley de sí mismo. De aquí nace esa denominada moral
independiente, que, apartando a la voluntad, bajo pretexto de libertad, de la
observancia de los mandamientos divinos, concede al hombre una licencia
ilimitada […] el juicio sobre la verdad y el bien queda exclusivamente en manos
de la razón humana abandonada a sí sola, desaparece toda diferencia objetiva
entre el bien y el mal; el vicio y la virtud no se distinguen ya en el orden de
la realidad, sino solamente en el juicio subjetivo de cada individuo; es lícito
cuanto agrade, y establecida una moral impotente para refrenar y calmar las
pasiones desordenadas del alma, quedará espontáneamente abierta la puerta para
toda clase de corrupciones […]”.
Magistrales y
proféticas palabras del Pontífice. La libertad no es pura licencia; la libertad
no es libertinaje; la libertad no es antojo. La libertad, para ser propiamente tal, debe estar en consonancia con la
verdad. “La verdad os hará libres”, enseña
Nuestro Señor Jesucristo (Juan, 8, 32). La libertad debe tener por objeto un
bien conforme con la razón. “La voluntad –escribe León XIII- cuando apetece un
objeto que se aparta da la recta razón, incurre en el defecto radical de
corromper y abusar de la libertad […] [en consecuencia] la posibilidad de pecar
no es una libertad, sino una esclavitud […] [de ahí] las palabras de Cristo,
nuestro Señor: el que comete pecado es
siervo del pecado”.
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Morás y el Lic. Lucas Carena |
Una explícita defensa de la contra natura
En julio de 2013,
Morás escribió en Infobae un artículo que tituló “El sagrado derecho a amar”.
Pasaron siete años, pero nos consta que sigue manteniendo sus conclusiones y,
por lo demás, éstas se derivan connaturalmente del credo liberal; justamente,
porque se desprenden del falso concepto de libertad antes aludido: la libertad
desligada de la verdad; la libertad entendida como antojo.
En ese escrito,
Morás realiza una nauseabunda loa al pervertido de Alfred Kinsey, biólogo
yanqui, tragándose, por lo demás, todas las falsas y disparatadas conclusiones
de sus informes (“El comportamiento sexual del hombre”, 1948; “El
comportamiento sexual de la mujer”, 1953) cuyas muestras –se ha demostrado
hasta el cansancio- fueron tomadas, totalmente, de trastornados
sexuales –en particular, del pedófilo “hombre X”-, cuyos aberrantes actos
fueron elevados a criterios de normalidad.
“Yo valoro a Kinsey –escribe el obeso- porque era un activista, un militante
de la defensa de la libertad humana y uno de los grandes mártires del
humanismo en la guerra sin cuartel contra la opresión oscurantista”. Morás entiende por libertad y por humanismo,
evidentemente, algo distinto de lo que entendemos nosotros; se equivoca si ve
libertad y humanismo en lo que no es más que esclavitud y animalización.
En
su artículo, Morás mezcla disparates conceptuales como esos, con sensiblerías
mujeriles y blasfemias, con tal de defender a los invertidos de todo jaez. En
un arrebato de cursilería, nos dice que “amigos inesperados son homosexuales
[…] [y] son tan personas como nosotros”; y es mucho más grave cuando escribe
que “no existe una Virgen de los sodomitas, ¿y?”, felicitándose de que “la Iglesia Católica, institución fundamental del asesinato sistemático del libre
albedrío, está más debilitada que nunca”.
La catadura moral de su héroe Kinsey se refleja
cristalinamente en esta frase suya, que Morás celebra: “Concluyo que los habitantes de esta nación [por Estados Unidos]
gozarían de mayor libertad, educación y dignidad si en vez de aristócratas
puritanos y esclavistas la hubiesen fundado reos, piratas y prostitutas”.
El
Instituto Kinsey, según un investigador afiliado al mismo, “tuvo
como objetivo propagandístico hacer respetar la homosexualidad y ciertas
perversiones sexuales, como el sado masoquismo y la pedofilia”, enseña el Padre
Miguel Ángel Fuentes, en una de sus conferencias.
Haciendo
uso de su “libertad”, Kinsey
murió a las 64 años, víctima de sus abyecciones sado masoquistas. Los muy “libres”
homosexuales, según reportan los doctores Edward Fields y Kathleen Melonakos, suelen
tener una esperanza de vida veinte años menor que el resto, debido a sus
insanas prácticas y modos de vida. Así, el 78% de los homosexuales contrae una
enfermedad de trasmisión sexual, como VIH-SIDA, gonorrea, sífilis, herpes
simplex, sarna, etc. A la vez, los invertidos tienen mayor riesgo de padecer
enfermedades mentales, como depresión, ansiedad, trastornos de la conducta,
alcoholismo, drogadicción, etc., según reporta el doctor Whitehead. Todo lo
cual demuestra que la libertad no es tal si no está anclada en la verdad: lo
demás, es pecado y esclavitud.