Estas palabras las expresó el Almirante argentino Emilio Eduardo Massera en un momento del juicio POLÍTICO al cual estaba siendo sometido, en 1985. Consideramos de interés su difusión, aunque teniendo en cuanta que, como nos han advertido camaradas argentinos, es una figura que admite reservas –y, según algunos, muchísimas reservas-. De todas formas, “la verdad es la verdad, provenga de quien provenga”:
“Nadie tiene que
defenderse por haber ganado una guerra justa. Y la guerra contra el terrorismo
fue una guerra justa […] GANAMOS LA
GUERRA DE LAS ARMAS Y PERDIMOS LA GUERRA PSICOLÓGICA. Quizás por
deformación profesional, estábamos absortos en la lucha armada […] ese
ensimismamiento nos impidió ver con claridad los EXCEPCIONALES RECURSOS PROPAGANDÍSTICOS DEL ENEMIGO […] AL PUNTO DE
CONVERTIR EN AGRESORES A LOS AGREDIDOS, EN VICTIMARIOS A LAS VÍCTIMAS, EN
VERDUGOS A LOS INOCENTES”.
“Y ESA GUERRA
PSICOLÓGICA NO HA CESADO. Lleva diez años golpeando la sensibilidad de la
gente, ayudada por un EXTRAORDINARIO APOYO DE LA PRENSA. Y es imposible
contestar esos ataques porque es muy difícil encontrar los medios dispuestos a
jugarse por la verdad cuando la correntada social avanza en sentido contrario
[…]”
“Cuando el enemigo
se dio cuanta de que empezaba a perder la guerra de las armas montó un
espectacular movimiento de amparo del sagrado tema de los derechos humanos. Yo
tenía muy buenas razones informativas para saber que se trataba de una guerra
psicológica totalmente desprovista de buenos sentimientos, pero si algo me
hubiera faltado para convencerme, aparece una satánica discriminación en los
derechos humanos. Nunca, ninguna de las entidades beneméritas ni de las
personas notables que alzan su voz por los derechos humanos, ninguna dijo nunca
nada sobre las víctimas del terrorismo. ¿Qué pasa con los policías, los
militares, los civiles que fueron víctimas muchas veces indiscriminadas, de la violencia
subversiva? ¿Tienen menos derechos o son menos humanos?”
“Esta sencilla
observación que no hace falta demostrar porque ahí están los hechos, nunca fue
objeto de atención o al menos de curiosidad de nadie y a esta altura es una
especie de valor aceptado por la sociedad que la violación de los derechos
humanos estuvo únicamente a cargo de los ‘represores’ y que las víctimas de
esas violaciones son únicamente terroristas de la guerrilla subversiva”.
“El asombroso
silencio que hay en torno de esta monstruosa falsificación es suficientemente
indicativo del grado de parcialidad que ostentan desde los dirigentes políticos
hasta aquellos que deberían ser por su investidura profesionales de la
imparcialidad […]”.
“¿Quién sería tan
candoroso de pensar que se está buscando la verdad, cuando mis acusadores son
aquéllos a quienes vencimos en la guerra de las armas? Aquí estamos
protagonizando todos algo que es casi una travesura histórica: LOS VENCEDORES
SON ACUSADOS POR LOS VENCIDOS […] Lo único que yo sé es que aquí hubo una
guerra entre las FUERZAS LEGALES, DONDE SI HUBO FUERON DESBORDES EXCEPCIONALES,
y EL TERRORISMO SUBVERSIVO, DONDE EL EXCESO ERA LA NORMA. Esto que acabo de
decir es el punto central y tanto que la acusación no ha hecho otra cosa que
tratar de demostrar que los excesos eran norma en las fuerzas legales.
Naturalmente, no es cierto. Cualquiera puede imaginar que nadie transforma a
los oficiales y suboficiales del Ejército, la Fuerza Aérea y la Armada, en una
banda de sorprendentes asesinos que de la noche a la mañana pierden todo
reflejo ético.”
“Pero lo que no
hace la falta demostrar es que en una organización terrorista el exceso sí es
la norma, simplemente porque el exceso es su razón de ser. Claro que de eso no
se habla, parece un simple detalle. Pero ellos, los que ejercieron el exceso
como norma, son mis acusadores, simple detalle”.