Suscribimos estas palabras del valiente arzobispo Carlo Maria Viganó. Consideramos de importancia su difusión ante las elecciones de mañana.
Sábado 25 de octubre de 2020
Solemnidad de Cristo Rey
Señor Presidente:
Permítame que me dirija a Ud. en estos momentos en que el futuro del mundo está amenazado por una conspiración mundial contra Dios y contra la humanidad. Le escribo como arzobispo, como sucesor de los Apóstoles y como ex nuncio apostólico en los Estados Unidos de América. Me dirijo a Ud. en medio del silencio de las autoridades civiles y religiosas. Espero que acoja estas palabras mías como la «voz del que clama en el desierto» (Jn.1,23).
Como le decía en la carta que le dirigí el pasado mes de junio, el
momento histórico que atravesamos contempla a las fuerzas del Mal dispuestas en
orden de batalla para librar una guerra sin cuartel contra las del Bien.
Fuerzas del Mal que se muestran poderosas y organizadas en oposición a los
hijos de la Luz, que están desorientadas y desorganizadas y han sido
abandonadas por sus dirigentes temporales y espirituales.
A diario observamos cómo se multiplican las ofensivas de quienes
se proponen destruir los cimientos mismos de la sociedad: la familia natural,
el respeto a la vida humana, el amor a la patria, la libertad educativa y la
libre empresa. Vemos como jefes de estado y dirigentes religiosos contribuyendo
al suicidio de la cultura occidental y su alma cristiana, en tanto que se
niegan derechos fundamentales de los ciudadanos y los creyentes en nombre de
una emergencia sanitaria que cada vez se manifiesta más plenamente como
elemento indispensable para la instauración de una tiranía inhumana y sin
rostro.
Está en marcha un plan de alcance mundial llamado Gran
Reseteo. Lo ha diseñado una élite internacional que se
propone subyugar a toda la humanidad imponiendo medidas coactivas para limitar
drásticamente las libertades individuales y las de pueblos enteros. En algunos
países el plan ya ha sido aprobado y costeado; en otros, está aún en sus etapas
iniciales. Por detrás de los dirigentes mundiales que son cómplices y
ejecutores de tan infernal programa se ocultan personajes sin escrúpulos
que financian el Foro Económico Mundial y el simulacro de pandemia Event 201 promoviendo
su plan.
El Gran Reseteo tiene por objeto imponer una dictadura sanitaria
destinada a implantar medidas liberticidas ocultas tras tentadoras promesas de
garantizar un ingreso universal y anular toda deuda personal. Dichas
concesiones del Fondo Monetario Internacional tendrán un precio: la
renuncia a toda propiedad privada y la adhesión a un programa de vacunación
contra el Covid-19 y el Covid-21 promovida por Bill Gates con la colaboración
de las grandes compañías farmacéuticas. Más allá de los enormes intereses
económicos que motivan a quienes promueven el Gran Reseteo, la imposición de la
vacuna vendrá acompañada de la exigencia de portar un pasaporte sanitario
internacional. Quienes rechacen estas medidas serán confinados en campos de
concentración o bajo arresto domiciliario, y se le confiscarán todos sus
bienes.
Supongo, señor Presidente, que ya estará al tanto de que en
algunos países el Gran Reseteo se activará entre finales de este año y el
primer trimestre de 2021. A tal fin, se tienen pensados más
confinamientos, los cuales se justificarán oficialmente por unas supuestas segunda y tercera ola de la
pandemia. Usted conoce bien los medios que se han utilizado para sembrar el
pánico y legitimar unas limitaciones draconianas de las libertades individuales
provocando astutamente una crisis económica de alcance mundial. La intención de
sus artífices es que dicha crisis mundial haga irreversible el recurso de las
naciones al Gran Reseteo, dando con ello el golpe de gracia a un mundo cuya
existencia y memoria misma quieren borrar del mapa. Pero ese mundo, señor
Presidente, comprende personas, afectos, instituciones, fe, cultura,
tradiciones e ideales; personas y valores que no funcionan como autómatas, que
no obedecen como máquinas, porque están dotados de alma y corazón, porque están
ligados por un vínculo espiritual que obtiene fuerzas de lo alto, de ese Dios
al que quieren desafiar nuestros adversarios, como hizo Lucifer al comienzo de
los tiempos con su non serviam.
Como todos bien sabemos, esta alusión al enfrentamiento entre el
Bien y el Mal y este tono apocalíptico molestan a muchos; según ellos, exaspera
los ánimos y agudiza las divisiones. No es de extrañar que el enemigo se enoje
al ser descubierto justo cuando creía que había llegado a la fortaleza que
quiere conquistar sin oposición. Lo que sí sorprende es que no haya nadie que
dé la voz de alarma. La reacción del estado profundo a quienes denuncian su
plan es desequilibrada e incoherente pero comprensible. Justo cuando la
complicidad de los medios de difusión dominantes había conseguido realizar la
transición al Nuevo Orden Mundial de forma inadvertida y casi indolora sale a
la luz una caterva de engaños, escándalos y crímenes.
Hasta hace unos meses era fácil tildar de conspiracionistas a quienes denunciaban estos terribles planes que
ahora vemos ejecutados hasta en sus más mínimos detalles. Hasta el pasado
mes de febrero nadie habría podido imaginar que en todas las ciudades se
arrestaría a las personas por el mero hecho de querer pasear por la calle,
respirar, mantener abiertos sus negocios e ir a la iglesia los domingos. Y sin
embargo ahora está sucediendo por todo el mundo, hasta en un país de postal
como Italia, que muchos estadounidenses consideran un país de cuento, con sus
monumentos antiguos, sus iglesias, sus ciudades con encanto y sus pueblos
típicos. Y mientras los políticos se atrincheran en sus palacios promulgando
decretos como sátrapas persas, las empresas quiebran, las tiendas cierran y a
la gente se le impide vivir, viajar, trabajar y rezar. Las catastróficas
consecuencias psicológicas de esta operación ya están a la vista, empezando por
los suicidios de empresarios desesperados y de nuestros hijos, apartados de sus
amigos y compañeros de colegio, a los que mandan asistir a clase solos en casa
ante la computadora.
San Pablo habla en las Sagradas Escrituras del que detiene la
manifestación del misterio de iniquidad, el katejon (2
Tes.2,6-7). En el ámbito religioso, ese obstáculo para el mal es la Iglesia, y
en particular el papado; en el político, son los que impiden la implantación
del Nuevo Orden Mundial.
Como ahora es patente, aquel que ocupa la silla de San Pedro ha
traicionado su misión desde el mismo principio a fin de defender y fomentar la
ideología mundialista, apoyando el plan de la iglesia profunda, la ofensiva
final de los hijos de las tinieblas.
Señor
Presidente: usted ha declarado que quiere defender su nación, una
nación bajo Dios*, las libertades fundamentales y los valores
no negociables que hoy en día se niegan y combaten. Usted, estimado presidente,
es quien contiene el avance del estado profundo, el asalto final de los hijos
de las tinieblas. (*One Nation Under God, frase tomada
del Juramento de Lealtad a la Patria y a la bandera que se recita solemnemente
en ciertos actos públicos y en las escuelas del país antes de empezar las
clases cada mañana. N. del T.)
Por esa razón, es necesario
que todas las personas de buena voluntad se convenzan de la importancia
histórica de las inminentes elecciones. No tanto por tal o cual punto del
programa político, sino porque es la inspiración general de lo que hace lo que
mejor encarna este contexto histórico particular a ese mundo, nuestro mundo, el
cual quieren eliminar a base de confinamientos. El adversario de usted es también el nuestro; el enemigo de la especie
humana, aquel que es «homicida desde el principio» (Jn.8,44).
En torno a usted se congregan con fe valerosamente quienes lo
consideran el último baluarte contra la dictadura mundial. La opción contraria
sería votar por alguien que está manipulado por el estado profundo, gravemente
comprometido por escándalos y corrupción, que hará con los Estados Unidos lo
que Jorge Mario Bergoglio está haciendo en la Iglesia, el primer ministro Conte
en Italia, el presidente Macron en Francia, el presidente del gobierno Sánchez
en España y tantos otros. El carácter sobornable de Joe Biden –como el de los
prelados del círculo mágico del Vaticano– lo
expondrá a ser utilizado inescrupulosamente, permitiendo que poderes ilegítimos
interfieran en la política interna y en el equilibrio internacional. Es
evidente que los que lo manipulan tienen ya preparado a otro peor para
sustituirlo en cuanto se les presente la ocasión.
Con todo, ante un panorama tan sombrío, ante el avance
aparentemente incontenible del enemigo invisible, hay un destello de esperanza. El
adversario no sabe amar, y no entiende tampoco que no basta con garantizar un
salario universal ni con anular hipotecas para subyugar a las masas y
convencerlas para que se dejen marcar como ganado. Quienes llevan mucho
tiempo soportando los abusos de una autoridad odiosa y tiránica están
redescubriendo que tienen alma; empiezan a entender y no están dispuestos a
vender su libertad a cambio de la homogenización y la anulación de su
identidad; empieza a comprender el valor de los lazos familiares y sociales, de
los vínculos de fe y cultura que unen a la gente honrada. El Gran Reseteo está destinado al fracaso, porque quienes lo
planificaron no se dieron cuenta de que todavía hay personas dispuestas a tomar
las calles para defender sus derechos, para proteger a sus seres queridos, para
que sus hijos y sus nietos tengan un futuro. La inhumanidad niveladora del plan mundialista se hará
irremediablemente añicos ante la firme y valerosa oposición de los hijos de la
Luz. El enemigo tiene de su parte a Satanás, que no sabe otra cosa que odiar.
Pero nosotros tenemos de nuestra parte al Señor Todopoderoso, al Dios de los
ejércitos dispuestos en orden de batalla, así como a la Santísima Virgen, que
aplastará la cabeza de la serpiente antigua. «Si Dios está por nosotros, ¿quién
contra nosotros?» (Rm.8,31).
Señor Presidente, usted es muy consciente de que en estos momentos
cruciales los Estados Unidos de América están considerados el muro de
contención contra el que se ha desatado la guerra que han declarado los
partidarios del mundialismo. Cifre su
confianza en el Señor, cobrando ánimo con las palabras del apóstol Pablo: «Todo
lo puedo en aquel que me conforta» (Fil. 4,13). Ser instrumento de la Divina
Providencia supone una gran responsabilidad para la cual Ella le concederá
todas las gracias de estado que necesite, pues se las están implorando
fervientemente a Dios muchos que lo están apoyando con sus oraciones.
Con esta esperanza celestial y la garantía de mis oraciones por
Ud., por la Primera Dama y por sus colaboradores, le imparto mi bendición de
todo corazón.
¡Dios bendiga a los Estados Unidos de América!
+Carlo
Maria Viganó
Arzobispo
titular de Ulpiana
Ex
Nuncio Apostólico ante los Estados Unidos de América
(Traducida por Bruno de la Inmaculada)
FUENTE: https://adelantelafe.com/carta-abierta-a-donald-j-trump/