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Portada de "The Economist", propiedad de los Rothchild, de marzo de 2020. Se lee: "La medicina adecuada para la economía mundial"; y, debajo, un coronavirus. |
Hace trescientos
sesenta y siete días que el gobierno nacional declaró la “emergencia sanitaria”
y que, a la par, los desinformativos
televisivos, radiales y gráficos propagan terror a la masa.
Liberalismo primero y comunismo después, configuraron a esta masa. Es ésta, un sinnúmero informe de gentes sin fuerza, sin raíces, incapaces de ejercitar el más elemental raciocinio por su cuenta: de aquí que todas las absurdas y disparatadas medidas que ha tomado el gobierno no han sido puestas en tela de juicio.
Víctimas a
raudales, niños, jóvenes, adultos y ancianos, obligados a usar un bozal despersonalizante; coaccionados a
realizar cuarentenas ilógicas, a evitar reuniones festivas, a estar distanciados
a uno, a dos, o a tres metros, dependiendo del criterio del “experto” de turno.
Se penaliza el abrazo, y el beso.
Ante lo que no pasa
de una gripe, y por abyecta coyunda entre gobernantes, científicos y
periodistas, la humanidad se ha aterrorizado, y paralizado. Es que el miedo
paraliza. ¿Hasta cuándo la joroba?
¿Hasta cuándo seguir con los absurdos y destructivos –física y
psicológicamente- protocolos de la OMS?
La plandemia del covid-19 prueba elocuentemente que la humanidad se encuentra en un estado de degradación moral e intelectual pocas veces visto, y que se le puede hacer creer al hombre medio del siglo veintiuno que la nieve no es blanca; o que hay pandemia… cuando no la hay.