Lo sabíamos ya por la sana filosofía, por el simple
buen sentido, por las lecciones de la historia, por los desengaños de una
dolorosa experiencia; ahora lo sabemos con la certeza augusta de la Religión.
¡El sufragio universal es la mentira universal!
Si el Papa, que es nuestro maestro, lo ha dicho, ¿por qué no hemos de decirlo nosotros, que no somos más que fieles discípulos del Papa? Si de Roma ha salido esta palabra, que vibrante y enérgica ha resonado ya en toda Europa, ¿por qué no ha de recogerla a su vez y repetirla la Revista Popular, que al fin no desea ser más que un eco de Roma?