Por
ALEJANDRO SOSA LAPRIDA
Transcribo lo
que dijo Francisco en la Audiencia General del día de la fecha:
“¿Cómo vivo yo? ¿En el miedo de que si no hago esto iré al infierno? ¿O vivo también con esa esperanza, con esa alegría de la gratuidad de la salvación en Jesucristo? Es una bonita pregunta. Y también la segunda: ¿desprecio los Mandamientos? No. Los observo, pero no como absolutos, porque sé que lo que me justifica es Jesucristo.”[1]
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Como estoy
totalmente exhausto de tener que enmendar sistemáticamente la plana al “Santo
Padre”, seré muy breve, y además omitiré recurrir a cualquier tipo de
referencias (magisteriales, bíblicas, teológicas, etc.).
Como avezado
sofista que es, Bergoglio juega, en primer lugar, con la falsa dialéctica “miedo
al infierno/esperanza en la salvación”. Obviamente, ambas no son excluyentes:
el cristiano, por la virtud teologal de la esperanza, aguarda la salvación
gratuita en Jesucristo, pero eso no le impide ser consciente de la posibilidad
de la condenación, en caso de ser infiel a la gracia. Y de temerla,
sencillamente porque el infierno es temible...
En segundo
lugar, Bergoglio contrapone de manera falaz la justificación por la fe en
Jesucristo y la observancia de los mandamientos. Cabe notar que este segundo
caso de dialéctica bergogliana es doble.
Primeramente,
hace suya la falsa dicotomía luterana entre “justificación por la fe” versus
“justificación por las obras”.
La posición
católica es bien sabida: la justificación es un don gratuito de Dios mediante
la fe en Jesucristo, es decir, que no es obtenida por el mérito que acarrearía
el recto obrar humano autónomo, lo que sería pelagianismo.
Pero la sana
doctrina también nos enseña que la fe no es suficiente para la salvación,
puesto que el incumplimiento de la ley de Dios en materia grave sin
arrepentimiento priva al pecador de la salvación.
La segunda
falacia de Bergoglio consiste en dar a entender que la fe en Jesucristo es un
requisito absoluto, mientras que la observancia de los mandamientos no lo
sería.
De este modo,
los mandamientos -que hipócritamente Bergoglio invita a observar-, de hecho, se
vuelven facultativos, opcionales, en definitiva: relativos a las circunstancias
en las que uno se halle y a las posibilidades efectivas que tenga de ponerlos
en práctica.
El ejemplo
típico que viene a la mente es el de los “divorciados” vueltos a “casar” -tan
debatido con motivo de Amoris Laetitia-
o el de los concubinos (e incluso, de las “parejas” del mismo sexo) que llevan
una vida “estable y de fidelidad”.
Es lo que se conoce
en teología moral como “situacionismo” o “moral de situación”, que niega el
valor absoluto de los preceptos éticos, su contenido objetivo permanente y
carente de excepciones: todo juicio moral pasa entonces a depender
exclusivamente de la “intención” y de las “circunstancias”, con prescindencia
de la naturaleza objetiva del acto en cuestión -homicidio, adulterio, etc-.
Creo que estas
breves observaciones son suficientes para comprender que nos encontramos ante
un enésimo intento de desnaturalización del Magisterio de la Iglesia y de la
Revelación Divina por parte de Bergoglio, tal y como nos tiene acostumbrados
desde hace ya más de ocho años...
Para
mayor información al respecto remito a los siguientes enlaces:
”Ocho años con
Francisco”: https://gloria.tv/post/SLeiCfmnsJjC6XG4S9zEh4dJM
“Miles Christi
2020-2021: Una selección temática” - Ver capítulo ocho: “Francisco y la crisis
eclesial”: https://gloria.tv/post/TRAVcaZhGoAn64PhpqGHcGnKG
SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS, EN VOS CONFÍO.
INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA, RUEGA POR NOSOTROS.