miércoles, 25 de agosto de 2021

UN 25 DE AGOSTO INADVERTIDO


Publicado originalmente el 26 de agosto de 2020.

“¡Ay del pueblo que no se siente inflamado por el sacro ardor del patriotismo! Ha llegado para él, o está muy próxima, la época de su decadencia” (Mons. Mariano Soler)

Sin entrar en el análisis del mérito y de las causas profundas de la Revolución oriental iniciada en 1811 y que tuvo un punto culminante el 25 de agosto de 1825 en la villa de San Fernando de la Florida Blanca; deseamos, con motivo de la fecha de hoy, compartir una reflexión.

Los valores del espíritu son lo más alto para el hombre. El hombre no es nada sin el espíritu. Es su alma – creada a imago dei- la que lo distingue del resto de la Creación; si la niega, se niega sí mismo y se animaliza.

Como los más egregios hombres de Fe lo han enseñado, el primer amor es el amor a Dios; el segundo, el amor a la Patria. Así San Ambrosio, para quien ‘’la primera justicia de los cristianos es para con Dios, la segunda para con la patria, la tercera para con la familia y la cuarta para con la humanidad”. Y la Fe y la Patria están en estrecha relación de dependencia; más precisamente, del amor a Dios depende el amor a la Patria: un pueblo que no ama a Dios, terminará por renegar de su Patria. Nisi Dominus custodieri civitatem frustra vigiliat qui custodit eam.

Tras más de ciento cincuenta años de disolvente labor masónica, el Uruguay ha apostatado. Es, en puridad, un pueblo ateo, y, consiguientemente, profundamente materialista. Este caracter no se condice –como dijimos- con el amor a la Patria. Prueba de ello, es la paulatina acedia respecto de las fechas patrióticas que demuestra la población oriental.

Pero lo peor no es que el uruguayo no exprese–a través de gestos, a través de actitudes- señas de devoción en los fastos patrióticos. Lo más grave es que ello evidencia el señorío en su alma del materialismo.

Ninguna nación puede sobrevivir en base a solos valores materiales. Una sociedad de ese tipo termina por consumirse. Basta con comprobar la cantidad de afecciones mentales, de suicidios, de problemas familiares, de violencia, de delincuencia y de drogadicción que soporta nuestro país de manera creciente. Las causas de semejante estado son profundas, son espirituales, son fruto de una sociedad enferma, cuyos integrantes han olvidado toda una faz de su persona: el espíritu.

Que el 25 de agosto pase inadvertido –y que, en realidad, lo más importante sea la noche de jolgorio del 24- no es un dato menor: es patente comprobación de que el pueblo oriental se consume paulatina y –casi de seguro- ineluctablemente.