Fray Benjamín de la Segunda Venida, de la bitácora “Nobis Quoque” –que ya hemos recomendado- publicó días pasados el escrito “Navidad en Tineblas”. Como es su costumbre, nos ofreció un denso, meditado, sugerente artículo. Coincidente, en lo substancial, con nuestro punto de vista.
“[…] si el último siglo –escribe- como
en rauda marcha concéntrica, como en embudo, ha venido anunciando a través de
órganos como la novelística de anticipación o los sucesivos programas de
gobierno la próxima implementación de un régimen de colmena, y se ha llegado de
hecho a la enormidad de imponerle a la gente que se abstenga de respirar a sus
anchas, que evite reunirse con sus seres queridos y que acepte ser inyectada
con una sustancia arcana financiada por ideólogos confesos de la despoblación,
y todo esto a escala planetaria y en clamoroso unísono, entonces estamos en
condiciones de afirmar que nunca se ha cernido una tan espesa marea sobre las
tierras emergidas y que, semejante al colapso simultáneo de infinidad de
luminarias, la noche se le vino encima al mundo como un toro embravecido.”
“Cunde una negrura como de ébano”, remata: ha sido ésta, exactamente, una
“Navidad en Tinieblas”. Y, más allá del sentido esjatológico que con justeza le
da Fray Benjamín, nosotros observamos, más pedestremente, que la negrura está
dada, también, por el proceso de degradación tendiente a la desaparición que
sufre la fiesta de la Natividad de Nuestro Señor Jesucristo.
Puesto que este
importantísimo fasto ha pasado a ser, a ojos del mundo, una simple celebración,
precisamente, mundana, pagana: ha sido privada de su sentido
sacro, tan necesariamente ligado a las festividades, como enseña Pieper. Y esa
prostitución, con el paso del tiempo, la hará ineluctablemente desaparecer.
Dado que el mundo
ha apostatado: ¿qué sentido sacro puede encontrarle? Es natural que, privada de
religiosidad, la Navidad troque en bacanal, en jolgorio. Los jóvenes –sobre todo-
ya ni siquiera le hallan un sentido meramente familiar –como los más viejos-,
sino que consagran esa noche a los excesos.
La Navidad, hoy, se mal celebra por reflejo, por una lerda costumbre, que lentamente se extingue. Posiblemente, pronto pase a ser como otras fiestas del calendario litúrgico que, otrora importantes, hoy ni siquiera se recuerdan. Mundanizada y paganizada –privada de su sentido sacro- la Navidad pasará a ser, próximamente, olvidada.