Por BRUNO ACOSTA
Hace más de cien
años, a principios de siglo XX, Julio Herrera y Reisig, polémico escritor
oriental, escribió su “Tratado de la Imbecilidad
del País”. El
malhadado –padecía una enfermedad que lo volvió adicto a la morfina y falleció
muy joven- se abocó, pues, sacrificadamente, a describir el imbécil panorama
que lo rodeaba de gente imbécil.
Ahora bien: creemos que Julio Herrera se quedó corto. Y, un siglo después, podemos decir, a la luz de la plandemia, que la imbecilidad no es rasgo excluyente de los uruguayos –aunque ésta y la chatura los caracteriza con propiedad- sino carácter del mundo entero. Porque estar hace ya más de dos años sumidos en una mentira tan ciclópea, montada sobre bases tan endebles, y sin hacer un amague de quicio, es propio de una galopante imbecilidad.