En la vía pública montevideana, a Dios gracias, el bozal había desaparecido. Lo había hecho en todos los ámbitos de la vida, salvo en los hospitales: claro, allí es el reducto de los médicos y de las farmacéuticas, los que más han lucrado con el curro y la mentira del covid.
¿Cuál fue la razón
por la que el bozal, repentinamente, desapareció? Fácil: los medios masivos de desinformación abandonaron su campaña de
terror. Sencillamente, se dejó de hablar
del tema. Y, mientras antes existía un parte de guerra diario que informaba
sobre las presuntas muertes por covid, ese parte pasó a ser semanal; y éste, a
veces, ni siquiera era publicado.
La histeria del
covid fue una histeria mediática. Tal cual hemos insistido desde las ignotas páginas
de esta revista, la masa aborregada que conforman los habitantes del Uruguay y
del mundo, es por definición pasiva, receptiva, e incapaz de pensar por sí
misma. Si mañana los grandes medios venales amenazaran con una invasión
extraterrestre, la masa lo creería y se aterraría. Tan ficticia como una
amenaza marciana fue la mentira del covid.
Ahora bien: en las
últimas horas, nos hemos sorprendido ingratamente al ver unos muy pocos tarados
portando bozal en la vía pública. Si bien eran poquísimos, esto hace dos días
era impensable: nadie llevaba el maldito trapo. Investigando la razón,
encontramos, verbigracia, que en el portal de “El Observador” un infectólogo, a
quien no nombraremos por razones de higiene, está amenazando con la “suba de
casos” y reclamando… ¡la quinta dosis! Allí, pues, está de nuevo: si los medios
lo dicen, la masa lo cree. Su poder es inconmensurable, y peligroso.
No obstante, el fuego de la plandemia parece haberse apagado. Ya se logró lo que se quería lograr. Pero…