En el Uruguay, se viven horas de tensión política por el “caso Astesiano”. Este affaire puede resumirse así: la existencia de una asociación para delinquir comandada por el jefe de la seguridad del Presidente Lacalle Pou en el piso 4 de la mismísima torre de Presidencia. Astesiano es un viejo conocido de la familia Lacalle, y contaba con profusos antecedentes penales al momento de ser elegido jefe de seguridad, lo cual estaba en conocimiento del Presidente.
Esta trama se ha
ido agrandando, y la investigación de Fiscalía, al parecer, está arrojando
otros presuntos delitos perpetrados por altos mandos del poder.
El gobierno de Lacalle
Pou, pues, ostensiblemente, es un gobierno corrupto. Como lo fueron los tres
gobiernos anteriores del Frente Amplio marxista (quince años), que contaron con
numerosos, escandalosos y millonarios casos de corrupción.
La pregunta es: ¿puede
esto sorprender?
Recordemos, al
respecto, la siempre vigente y hoy comprobada sentencia del Padre Julio Meinvielle:
“Tan decisiva es la corrupción política por efecto del
sufragio universal, que una persona honrada no puede dedicarse a ella sino
vendiendo su honradez”.
Lo cual significa,
esencialmente, que solamente los deshonestos pueden meterse en este sistema
político. Los corruptos.
Ahora memoremos a Maurras:
“No es que la democracia esté enferma. La enfermedad
es la democracia”.
Estos episodios
comprueban y reafirman las enseñanzas de estos dos grandes Maestros.